Piura, la cuidad del eterno calor. Después de casi tres años llegué a mi segunda casa, donde viví entre 2015 y 2016 durante un año, hice amigos y trabajé como voluntaria en CANAT.
Inhalo un profundo respiro de aire caliente y seco y me siento inmediatamente como en casa. No he perdido mi orientación en la ciudad. Extrañaba los olores, la comida y el vivacidad en el tráfico y en el mercado.
Estar de vuelta en CANAT se asocia con una gran melancolía y deseo de compartir. En CANAT mucho ha cambiado: hay caras nuevas, agradables y motivadas en el equipo, se ha reformado la estructura de los programas, se ha reducido la capacidad. Gran parte del cambio se debe a la inseguridad financiera que CANAT enfrenta cada año.
El equipo central sigue siendo el mismo que me recibió con alegría y los brazos abiertos.
En mi primer día en la Ludoteca de A.H. Mónica Zapata tengo curiosidad por saber si reconoceré a los niñ@s y si me reconocerán.
Algunos niñ@s siguen formando parte de la familia CANAT. Los reconozco por sus expresiones faciales, gestos, los mismos (malos) hábitos y las mismas risas – pero ya son tres años mayores, con tres años más de aprendizaje y experiencia. Los abrazos son cálidos y largos.
Cuando trabajo con los niñ@s, vivo conscientemente el momento. Trato de darles toda la atención que necesitan, explicarles pacientemente las cosas y escuchar sus experiencias. Y al mismo tiempo es un tiempo intenso de aprendizaje para mí. En el tiempo limitado de que dispongo es un gran reto, inmediatamente me doy cuenta de ello de nuevo.
CANAT sigue siendo una gran parte de la educación, del desarrollo personal de los niñ@s y de la inclusión a la sociedad.
Durante mi visita en Piura, tengo un gran deseo de trabajar y apoyar en CANAT.
Gracias que CANAT es y sigue siendo parte de mi vida. Estoy increíblemente agradecida y con curiosidad de pasar las próximas semanas junta con los niñ@s y el equipo.
Annelie