Canat: un refugio para ser niños

214cf-img_2820El Centro de Apoyo a Niños/as Adolescentes Trabajadores lleva constituido como tal hace dieciocho años y actualmente ayuda a casi cuatrocientos niños, niñas y adolescentes que están distribuidos en tres programas de intervención.

“Es duro trabajar porque cansa”, dice Jefferson Smith, quien a sus 12 años ya tiene  tres años como trabajador en  el mercado de Piura. “Aún no he pensado en mi futuro, pero me gusta mucho el fútbol y, algún día, me gustaría ser como Cristiano Ronaldo”, comenta este adolescente  que  vive cerca del mercado, trabaja en él y labora  en lo mismo que hace su papá y su hermano mayor: vender fruta de modo ambulante.  La historia de Jefferson no es la única en Piura. Él forma parte de  los 79 000 trabajadores infantiles de esta región y de los 325 niños que pertenecen al Centro de Apoyo a Niños/as Adolescentes Trabajadores (Canat).

Hace 43 años  la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estableció que los menores de 14 años no pueden trabajar. Perú acogió ese acuerdo, pero no lo cumple. Piura es la sétima región del país con el mayor número de  niños y adolescentes que trabajan: 23,7%. Eso lo sabe Juana Zapata, miembro del Comité Directivo para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil de la Dirección Regional de Trabajo. Ella precisa que al interior de la región, las provincias con mayor trabajo infantil son Piura con un 25,8%, Ayabaca con un 24.9 %, Morropón 15.7 %, Huancabamba 10.6 %, Paita 7.7 %, Sechura 6.8 %, Sullana 6.4 % y Talara 2.1 %.

Después de 19 años de entrada en vigencia del acuerdo de la OIT y el incumplimiento de la prohibición del trabajo infantil, el Centro de Apoyo a Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (CANAT) nació en Piura  para acompañar a los niños trabajadores porque la realidad demostraba que los niños seguirían trabajando  porque sus familias viven de ese dinero. El programa con el que comenzaron fue Manitos Trabajando. El objetivo era acompañar a los niños trabajadores en sus labores escolares y evitar que abandonen la escuela. A mediano plazo, la tarea se centró en convencer a los padres de que sus hijos dejaran las calles y se dedicaran solo al colegio y luego a aprender un oficio para romper con el círculo de la pobreza. Gabriela Rentería, directora de Canat explica que la tarea siempre será hacer menos inhumana la realidad del trabajo infantil y, a veces, tienen éxito.

EN EL MERCADO DE PIURAUn ejemplo es Nicol, una de las asistentes a Canat. Desde los ocho años vendía ceviche en el mercado con su mamá para poder sacar adelante a sus ocho hermanos que se han criado sin la protección de su padre. Ella entró hace cinco años a Manitos Trabajando y hoy sólo se dedica al colegio, la venta de comida ya no es su actividad laboral. El ver convertidos a dos de sus hermanos en adictos a la droga y la insistencia de CANAT para que Nicol dejara el trabajo hizo que su madre cediera. Hoy Canat es su hogar. Esta no es sólo una historia. Juana Zapata desde su puesto en la Dirección Regional de Trabajo sabe que la pobreza, la vida en una familia disfuncional y la escasa educación de los padres originan el trabajo infantil.

Esto que sucede en Piura parece repetirse en todo el país. El  informe que la Defensoría del Pueblo publicó en el 2014 sobre el trabajo infantil y los derechos de los niños y adolescentes recoge las versiones de los menores trabajadores, son ellos los que señalan como origen de su actividad la pobreza, la enfermedad de  algún familiar, la búsqueda de autonomía, la identificación con las actividades que los padres realizan e inclusive la “socialización” en la calle.

La Defensoría del Pueblo advierte en ese documento que el trabajo infantil vulnera el derecho fundamental a la educación, contribuye a perpetrar la pobreza y condena a esos niños y adolescentes a crecer y no acceder a empleos de calidad, recibir sueldos bajos y a ser vulnerables o marginados socialmente.

 

Canat creció y creció

“La Juani”, “La gallina pinta” y “Gonmalala vista” son algunas de las muchas canciones que con tanta alegría y energía cantan de martes a viernes los pequeñitos del programa Manitos Jugando (Ludotecas). Las risas son interminables, y el juego ni qué decir, ellos hacen de las tan limitadas dos horas del programa el mejor momento para ser niños. “Esta propuesta pretende  proteger a los niños de 0 a 10 años de las peores formas de trabajo infantil, pero también les enseñamos valores a través del juego”, explicó Inés Cornejo, coordinadora del programa.DSCN1470

En  el programa de ludotecas se interviene a través de voluntarios de la región o extranjeros que vienen con algún programa de cooperación internacional. “Esos chiquitos me dan vida toda las semanas.  Son niños que no tienen nada pero  son felices. A mí me recarga siempre, termino agotada, pero es un agote que vale la pena”, menciona Soledad Maldonado, docente española y voluntaria en Canat.

“Yo sueño con tener mi propio restaurante, que sea grande y elegante, que todo sea bonito”. Blinda tiene 19 años, nació en Ayabaca y está muy segura de sus metas, al mismo tiempo agradece a  Canat porque, a través del programa Manitos Creciendo, ella aprende a luchar por aquello que se propone.  “Para mi Canat es el vuelo hacia una nueva vida, una vida llena de oportunidades”, cuenta Blinda con una sonrisa muy bien marcada en su rostro. Para Gabriela Rentería, ver y ser testigo de sueños como el de Blinda es inspirador. “Es admirable ver las ganas que tienen de salir adelante, son fuertes y miran en Canat una posibilidad”, enfatizó la directora de Canat.

La paradoja

Piura aporta el 4.8% del PBI nacional, lo que significa que está creciendo económicamente, sin embargo esta realidad no se ha visto reflejada con los niños trabajadores, pues tenemos un considerable 15.8% de trabajo infantil.

“Una cosa es progresar económicamente unos pocos, y otra cosa es que progresemos todos juntos. La riqueza no se distribuye por igual, la desigualdad no solo es una ofensa para cada ser humano, sino que también los es para Dios”, recuerda el padre Juan Hernández.

Y en medio de esa desigualdad, Canat hace lo suyo: abrir las puertas a los niños y adolescentes trabajadores y a los que están en riesgo de serlo. Abrir las puertas para que entren, se refugien, encuentren apoyo y que sus familias tengan acompañamiento y los niños y adolescentes trabajadores no dejen la escuela.

“Lo que nos mueve a seguir trabajando con proyectos como Canat es preparar a los niños más necesitados para que contribuyan dentro de su familia y en la sociedad. Hay que ser buenos como dice Dios, pero sobre todo con aquellos que más nos necesitan”, explica el sacerdote Juan Hernández, presidente y fundador de Canat. Los 18 años que el padre Juan viene trabajando con estos programas le han servido para reafirmar su vocación sacerdotal y descubrir en cada niño el amor puro de Cristo.

Por esto no duda en citar el evangelio de San Mateo 25:40, el cual asegura ha marcado su vida de servicio. “En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Esa es la semilla que ha convertido a Canat en Piura en una lección de vida y en la oportunidad para que, por lo menos 325 niños trabajadores, sean niños.

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